Tortilla de patata trufada
Somos animales de costumbres. No nos gusta alterar el sistema porque significa salir de nuestra zona de confort.
¿Para qué cambiar algo si todavía funciona? En general, esa es la mentalidad de la masa.
«Si usted desea hacer enemigos, intente cambiar algo» decía Woodrow Wilson.
Sin embargo, la competencia es muy alta a nivel empresarial y se busca la innovación continua a pesar de que el usuario se encuentre cómodo, no precise mejoras y viva feliz.
Igual que los bebés necesitan saber qué cosa viene detrás de la otra para sentirse seguros, los adultos también nos mostramos reticentes a los cambios. La falta de conocimiento, de información o la ausencia de rutina nos provoca ansiedad, nos hace sentir que hemos perdido el control.
Sin embargo, Confucio pensaba que ¨Solo el más sabio o el más estúpido de los hombres no cambia nunca¨
Las empresas lo saben y siguen implementando su proceso, en muchos casos necesario, de forma gradual para que lo asimilemos casi sin darnos cuenta. La filosofía actual es de realizar mejoras progresivas, suaves pero más frecuentemente. Cuando te das cuenta ya está ahí.
Existen también aspectos particulares que reconfiguran nuestra individualidad. Un cambio muy interesante es el que afecta al modo en que experimentamos el sabor de lo que comemos y bebemos con el paso del tiempo.
A lo largo de nuestra vida, la totalidad de las células de nuestro cuerpo están en constante renovación. Envejecen, desparecen y son sustituidas por unas nuevas cada siete años. Podría decirse que somos una persona distinta cada septenio.
Mucho más notable es el cambio que afecta al sentido del gusto.
No somos conscientes de ello, porque las modificaciones son muy graduales (justo como comentábamos unas líneas atrás), pero resultan bastante notorias cuando se comparan, por ejemplo, los sabores preferidos de la infancia y adolescencia con los de la edad adulta.
Existe la hipótesis de que hay razones evolutivas detrás de la modificación de los gustos a lo largo de la vida. En la naturaleza, los sabores dulces suelen corresponder a alimentos nutritivos y ricos en calorías, y los amargos a productos tóxicos y peligrosos. El gusto por los primeros y el desagrado por los segundos podría servir a los niños como una suerte de mecanismo de defensa.
Luego, con el paso del tiempo, el gusto cambia en función de factores tanto fisiológicos como psicosociales. Entre estos últimos se encuentra el aprendizaje de que muchos alimentos amargos son claves para una dieta equilibrada, sobre todo los vegetales, el cacao o placenteros como el café, la cerveza y ciertas bebidas de alta graduación.
Las papilas gustativas van desapareciendo, se pierden dos tercios de las que teníamos al nacer y las que quedan se estropean. Conforme nos hacemos adultos, reconocen menos matices gustativos y se vuelven menos exigentes.
En esta linea de aprendizaje y cambios, es interesante introducir de forma intencionada, nuevos alimentos que refuercen nuestra dieta incluso cuando en el pasado hayamos sentido cierta aversión. Nuestra percepción cambia.
¿Has probado la trufa?
Tortilla de patata trufada
Los ingredientes que vamos a necesitar son:
- 1 kilo de patata limpia
- 500 gramos de cebolla limpia
- 150 gramos de setas Shitake
- 6 huevos
- Pasta de trufa
- Sal
- Aceite de oliva virgen extra
Elaboración:
- Pelamos las patatas y las cortamos en lascas finas. Cortamos las setas y la cebolla en daditos.
- Ponemos un poco de aceite en una sartén y freímos la cebolla con un poco de sal. Cocinamos tapado a fuego medio-bajo. Queremos que se confite y este proceso durará casi 1 hora.
- Cuando la cebolla esté dorada, añadimos las setas y seguimos cocinando unos 5 minutos hasta que esté bien pochadito.
- Por otro lado, ponemos en una sartén 1/2 litro de aceite a calentar.
- Añadimos las patatas y un poco de sal y cocinamos tapado a fuego medio porque así se van cociendo a la vez. Removemos de vez en cuando para que no se quemen.
- Conforme se vayan ablandando las patatas, las vamos picando con la pala.
- Cuando estén blanditas, las pasamos a un colador para que escurra el exceso de aceite.
- En un bol grande, batimos los huevos.
- Incorporamos las patatas.
- Añadimos también la mezcla de cebolla y setas.
- Por último, agregamos la pasta de trufa al gusto y mezclamos muy bien.
- Solo nos queda cuajar la tortilla. Yo en este caso voy a hacer varias tortillas individuales utilizando la sartén que uso para los huevos fritos. Puedes hacerlo de la manera tradicional.
- Ponemos una gota de aceite en la sartén y la ponemos a calentar. Añadimos la mezcla y cuajamos a nuestro gusto.
























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